Definitivamente el mundial 2009 de fórmula 1, contrariamente a lo que muchos piensan, sí pasará a la historia. Y es que, pese a quien le pese, este último campeonato ha sido cuando menos… peculiar. A pesar de que los grandes cambios introducidos en el reglamento, y la crisis económica, hacían presagiar numerosas sorpresas, nadie en sus santos cabales hubiera podido sospechar lo que el futuro nos depararía. El mundo a revés. Los que en invierno estaban defenestrados, en abril eran los favoritos. Los eternos favoritos no eran capaces a seguir un ritmo digno. Pilotos, antaño eternas promesas, que se habían convertido en unos más del montón entre los elegidos, volvían a estar en todas las quinielas, gracias a los trucos y picardía del mejor ingeniero de las últimas décadas. Y la FIA y Max Mosley… bueno, esos sí… en su línea…
La pretemporada empezaba, cómo no, con numerosos sobresaltos. A última hora, la FIA intentó implantar un sistema de puntuación, o mejor dicho de victorias, tan imbécil como inútil, que si hubiera llegado a buen término, habría arruinado una temporada tan extraña y sorprendente como interesante. Sucedería lo que todos nos temíamos que podría pasar, un piloto, en este caso Jenson Button, ganaba seis de los siete primeros grandes premios, y destrozaba de un plumazo todo argumento a favor del nuevo sistema.
Después llegaron los famosos dobles difusores. Eran, son y serán ilegales. Aunque la FIA, en una maniobra más política que razonable, aceptaba su aplicación quizás con la esperanza que dar una ventaja inicial a los más modestos, con la certeza de que las grandes escuderías, gracias a sus enormes recursos, recuperarían el terreno perdido y llegarían a final de temporada, más fuertes que nunca para arrebatar a los incautos ingeniosos lo que legalmente les pertenecía. Pero el binomio Ecclestone - Federación Mundial esta vez se pasó de frenada. La ventaja era demasiado grande, y más aún, si tenemos en cuenta la dificultad de evolucionar un monoplaza, sin disponer de entrenamientos durante toda la temporada. El gran perjudicado… ¿Ferrari?, ¿McLaren?, ¿Renault?... en absoluto… RED BULL. En el país de los ciegos, el tuerto es el Rey, y aquí el “tuerto”, una vez más volvió a ser el gran Adrian Newey. El director técnico de Red Bull, y sin duda el mejor aerodinamicista de los últimos tiempos, al igual que ya hiciera con el McLaren MP4-13 de Häkkinen, se sacó de la manga, o más bien de su mesa de dibujo un diseño, tan perfecto y espectacular como efectivo. Rescató de los históricos el concepto Pull-Rod para sus suspensiones traseras. Y acertó, aunque a la postre, la incompatibilidad de este tipo de suspensión, con el doble difusor le crearía no pocos quebraderos de cabeza. Tuvo que rediseñar el coche para dar cabida al nuevo suelo y difusor, y volvió a acertar. Tuvo que ver algún gran premio desde su casa, pero la solución, ¡cómo no! Fue excelente. El tiempo perdido, fue un inconveniente, pero aun así, si los motores Renault no hubieran fallado como escopetas de feria en las entrañas de los monoplazas austríacos (tal vez , eso sí, afectados por una insuficiente refrigeración en el milimétrico diseño modificado), habría dado con toda seguridad el campeonato a Sebastian Vettel. Pero este año, los astros estaban alineados y sonriendo a Ross Brawn y los suyos, que jugaron mejor que nadie sus cartas, para llevarse a la postre los campeonatos de pilotos y constructores. Y sin embargo… se los merecieron…
Entre tanto, esta temporada, siguiendo la tónica de los últimos años no ha estado exenta de escándalos. El primero, tras las mentiras de Lewis Hamilton en Australia que estuvo a punto de costarle al equipo McLaren algo más que la destitución de su jefe de equipo David Ryan. Con los dos años de sanción suspendida a la escudería de Woking, la FIA resolvía un escabroso asunto de la manera política menos dañina posible. Después vinieron las guerras entre Mosley y la FOTA respecto a los límites presupuestarios para 2010. La lucha fue encarnizada, entre amenazas por las dos partes y conatos de crear un campeonato paralelo lejos del amparo de la Federación, se encontró finalmente una solución intermedia que terminaría con la renuncia de Max Mosley a presentarse a la reelección y un compromiso por parte de las escuderías de reducir paulatinamente los costes futuros. Se fue Mosley y vino Todt. Pero el inglés no se iría sin antes tomarse la revancha de uno de los mayores propulsores del mundial paralelo. Afloró el Crashgate (Singapur 2008), dejó tocado a un renqueante equipo francés y se llevó por delante, para deleite del ex-presidente de la FIA, a su archienemigo Flavio Briatore. Aunque el italiano, a pesar de ser sancionado de por vida, aún no ha dicho su última palabra… en enero saldremos de dudas… ¡Ánimo Flavio!
Finalmente, este año, también pudimos disfrutar del efímero Sistema de Recuperación de Energía Cinética (KERS). Gran fiasco, sobre todo económico en un mundo en crisis. Nació, creció y murió en menos tiempo del que muchos tardaron en comprender para qué demonios servía el condenado sistema. El año que viene no está prohibido, aunque la Asociación de Equipos de Fórmula Uno (FOTA), ya se ha apresurado a resolver su funeral y sepelio, antes de que el dispositivo se lleve por delante más recursos de los que proporciona. AMÉN.
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